Nos adentramos en el último mes del año, diciembre. En esta época las lluvias aumentan, y también aparecen más habitualmente las nevadas, la niebla y las heladas… en definitiva unos factores climatológicos muy típicos del invierno que pueden crear estampas fantásticas. Sin embargo, no son los mejores aliados para conducir.
Con todos ellos la adherencia de la calzada es inferior. Algunos afectan más que otros, pero todos reducen la adherencia de nuestros neumáticos, por lo que debemos actuar con aún mayor precaución de lo que lo haríamos en un soleado día de verano, anticipando las maniobras y circulando con mayor suavidad.
Por enumerar solo algunas de las señales pintadas sobre la calzada que nos encontramos en nuestras vías tenemos: marcas longitudinales continuas y discontinuas, líneas de borde de estacionamiento, marcas de guía en la intersección, marcas transversales continuas y discontinuas, marcas de paso de cebra, ceda el paso, stop, limitación de velocidad, flechas de selección de carriles, marcas de bifurcación, cebreados…, y así un larguísimo etcétera; y estas son solo algunas de las pintadas en color blanco.
Obviamente, para los vehículos de dos ruedas pasar sobre una pintura mojada es más peligroso que para un coche. Al tener solo dos ruedas, es casi seguro que si una pisa la pintura la otra también lo hace; y no, no es tan “sencillo” recuperar el control de una moto después de habernos sorprendido una brusca pérdida de tracción.

En el coche jugamos con ventaja respecto a los vehículos de dos ruedas, aunque también nos afecta. La principal ventaja a la que nos referimos es que, al tener dos ruedas a un lado y otras dos al otro, es relativamente complicado que los cuatro neumáticos se encuentren sobre pintura. Además, las marcas suelen estar en los extremos del carril o bien justo en el centro de los mismos, por lo que es habitual que dichas señales pasen entre las cuatro ruedas.
Pero estas marcas viales pintadas sobre el pavimento no solo se encuentran en autovías y en las rectas. El mayor problema (para los coches) viene cuando nos las encontramos en curvas. Las inercias hacen que los neumáticos del lado exterior de la curva sean los que más esfuerzos reciban y, por tanto, lo ideal es que el contacto con el suelo ofrezca una gran adherencia. Los del lado interior, al estar más “liberados de peso” prácticamente acompañan al vehículo, ayudando a la motricidad mucho menos.
Dicho lo anterior, ya te podrás imaginar que la combinación de pintura en el asfalto, agua o humedad y coche trazando una curva puede terminar en un auténtico desastre de graves consecuencias. Si la curva no es muy pronunciada y la velocidad a la que circulamos es reducida, en situaciones normales, no debería ocurrir nada fuera de lo deseado. Pero si invertimos alguno de los dos factores podemos vernos en un apuro, con el coche trompeando, golpeando a otro vehículo o chocando contra un quitamiedos.
Las posibilidades aumentan si nuestro coche no está en las condiciones ideales de mantenimiento, es decir, si nuestros neumáticos están desgastados o si la suspensión ya no trabaja como debería. También aumentarán si hacemos un brusco giro de volante sobre la pintura o si aceleramos o frenamos de forma brusca.
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